El pie del hombre está compuesto de muchos y pequeños huesos, como también la mano. Esos huesos se rompen no muy a menudo, a menos que sea con la piel herida por algo puntiagudo o pesado; ciertamente, en lo que se refiere a tejidos vulnerados, se dirá cómo hay que tratarlos en el capitulo de ulceraciones. Si algo se hubiera movido fuera de su lugar, la articulación de los dedos o algún otro de los huesos del llamado tarso, hay que forzar cada uno para que vuelva a su propio lugar,como se dice también en la parte que se dedica a los huesos de la mano; tratar con cerato, compresas y rollos de venda como las fracturas, pero sin tablillas, ejerciendo presión de la misma manera y cambiando vendajes cada tercer día; que el paciente, vendado, responda de modo semejante a como lo hacía precisamente en las fracturas, tanto en lo de sentirse apretado como en lo de estar flojo el vendaje. Finalmente se produce un estado saludable en un plazo de veinte días en todos los casos, excepto en aquellos en que hay conexión con los huesos de la pierna y en la misma línea recta. Durante ese tiempo conviene estar tumbado. Pero como los pacientes, infravalorando la enfermedad, no tienen paciencia, sino que se ponen a andar antes de volver a estar sanos, por eso precisamente la mayoría no se restablece por completo, sino que muchas veces el dolor les refresca la memoria; y es natural porque los pies soportan todo el peso del cuerpo. Así es que, cuando caminan sin estar aún restablecidos, las articulaciones desplazadas se consolidan de mala manera; por eso de vez en cuando al caminar sienten dolor en la parte que está junto a la pierna.
Hipocrates, Sobre las fracturas, 9
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