Una irreverencia más para con el texto homérico:
Dijo la despensera y Héctor se lanzó fuera de la mansión por el mismo camino de vuelta a través de las bien trazadas calzadas. Se levantaba la aurora de su lecho, del lado de Titono, para llevar la luz a los inmortales y a los mortales, cuando Andrómaca salióle al encuentro, se paró a su lado llorando, le cogió la mano y le habló llamándolo por sus nombres:
- Loco por las mujeres, seductor, ojalá hubieras sido impotente y hubieras muerto sin tener trato con mujer. Esto habría querido yo y mucho mejor habría sido que ser tal motivo de insulto y de desprecio por los demás. Sin duda, se están riendo a carcajadas los aqueos que llevan melena en su cabeza.
A ella, a su vez, díjole el gran Héctor el del resplandeciente casco:
- ¿Qué palabras son esas que dijiste? Hasta ahora, al menos, no te vengo preguntando ni escudriñando demasiado, sino que meditas lo que quieres con toda tranquilidad. Siempre estás sospechando y yo no te paso inadvertido, pero nada en absoluto podrás conseguir, sino que estarás más ausente de mi corazón, lo que para ti será aún más terrible. Si esto es así, será porque a mí me place.A él seguidamente díjole su esposa :
- Fuiste tu el que, tras reunir a tus leales compañeros, te hiciste a la mar en las naves surcadoras del ponto y yendo a mezclarte con gentes extrañas, trajiste de la lejana tierra una mujer de hermosa figura, joven esposa. De nada te valdrían la cítara y los dones de Afrodita, tu melena y tu hermosura, cuando te unas a ella en el polvo.Acariciándola con su mano Héctor le habló y la llamó por sus nombres:
-Puesto que me has reprendido con razón y no injustamente, por esto yo te hablaré. Más tú escúchame y tenlo en cuenta: no estaba yo sentado en mi aposento tanto por encono y despecho hacia los troyanos cuanto porque deseaba entregarme a mi pena. Repréndeme, mas no me eches en cara los amables dones de la dorada Afrodita, que no deben ser rechazados los dones gloriosos de los dioses, los que ellos por sí otorgan y uno no puede elegir a su gusto.A él dirigióle su palabra Andrómaca la de blancos brazos:
- Cuando el mal está hecho no hay manera de encontrarle remedio.A ella, a su vez, respondió el ilustre Héctor:
- Más esta vez me iré para Ptía, que ciertamente es mejor que me vaya a casa con las corvas naves. Si los dioses me salvan y llego a casa, seguro que el propio Peleo me buscará una mujer. Que muchas aqueas hay en la Hélade y en Ptía. Y de entre ellas haré mi esposa a la que quiera. Allí es a donde mi varonil corazón me impulsa a unirme a una esposa legítima, una compañera de lecho digna de mí .Y al punto Andrómana la de blancos brazos se echó a reir y dijo:
- Huye en buena hora, si a ello te lanza tu corazón, que no soy yo quien te suplica que te quedes por mi causa.Así dijo, mas nada le contestó Héctor el del resplandeciente casco. Así que los dos se atacaron con enfrentadas palabras. Y cuando se puso ya la brillante luz del sol, aquellos con ganas de dormir se fueron cada cual a su mansión.
Ilíada VI 390 y sigs., XI 1, VI 399, VI 405, III 39 y sigs., I 555 y sigs., III 48 y sigs., VI 334 y sigs., III 48 y sigs., IX 250, I 169, IX 395, VI 465, I 172
VI 341, I 303, I 605.
Para los apasionados de la literatura grecolatina y para todos los que quieran iniciarse en su lectura
07 Μαΐου 2008
Escenas de matrimonio: centón de Héctor y Andrómaca
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